La Tierra Hueca y el Almirante Byrd.
EL DESCUBRIMIENTO DEL ALMIRANTE BYRD QUE MARCÓ UNA ÉPOCA
“Ese Continente encantado en el Cielo. ¡Tierra del Misterio Eterno!”
“Me gustaría ver esta tierra más allá del Polo (Norte). ¡Esa área más allá del Polo es el centro del Gran Desconocido!” Contralmirante Richard E. Byrd.
LAS DOS CITAS anteriores son del más importante explorador de los tiempos modernos, el Contralmirante Richard E. Byrd, de la Armada de los Estados Unidos. No se les puede encontrar sentido ni comprender de acuerdo a las viejas teorías geográficas de que la tierra es una esfera sólida con un centro inflamado, en la que los dos polos son puntos fijos. Si este fuera el caso, y si el Almirante Byrd voló respectivamente 2.740 y 3.710 kilómetros a través de los Polos Norte y Sur a las tierras de hielo y nieve del otro lado —cuya geografía se conoce—, resultaría incomprensible que él mencionara en su comentario este territorio como “el Gran Desconocido”. Además, no habría razón para que empleara un término como “tierra del misterio eterno”. Byrd no era poeta, y lo que describió fue lo que observó desde el avión.
Durante el vuelo ártico de 2.740 kilómetros más allá del Polo Norte, informó por radio que debajo de él no había hielo y nieve, sino áreas de montañas, bosques, vegetación, lagos, ríos y que veía animales extraños parecidos a los mamuts congelados encontrados en hielo ártico. Resulta evidente que había entrado en una región más cálida que el territorio de hielo que se extiende desde el Polo a Siberia. Si Byrd se hubiera referido a esta región no tendría razón para llamarla “el Gran Desconocido”, ya que se puede alcanzar con sólo atravesar el Polo de un lado de la región ártica al otro.
La única forma de comprender las frases enigmáticas de Byrd es descartar la concepción tradicional de la formación del planeta y considerar una, completamente nueva, que sostiene que las extremidades ártica y antártica no son convexas sino cóncavas.
Por lo tanto, al ir más allá de los polos, Byrd entró en las concavidades polares. Es decir, que no cruzó los polos hacia el otro lado, sino que entró a la depresión polar, que, como veremos más adelante, se abre al interior hueco de la tierra. Tiene un clima tropical y es el hogar de plantas, animales y humanos. Este es el “Gran Desconocido” al que se refería Byrd, no el área de nieve y hielo del otro lado del Polo Norte, que se extiende al norte de Siberia.
La nueva teoría geográfica, presentada por primera vez en este libro, explica las frases enigmáticas de Byrd y muestra que no fue un soñador, como puede parecerles a aquellos que se aferran a teorías geográficas antiguas. Había entrado a un territorio nuevo, “desconocido” porque no estaba en ningún mapa, porque todos los mapas fueron hechos sobre la base de la creencia de que la tierra es esférica y sólida. Ya que casi todas las tierras en esa esfera sólida fueron exploradas y registradas por los exploradores polares, no había lugar para el territorio descubierto por el Almirante Byrd: ¡un área tan grande como América del Norte!, que él llamó el Gran Desconocido.
Este misterio sólo se puede resolver si aceptamos el concepto básico de la formación de la tierra presentado en este libro y apoyado por las observaciones de los exploradores árticos, que se citarán en este trabajo. De acuerdo a este concepto revolucionario, la tierra no es una esfera sólida, sino que es hueca, con aberturas en los polos.
El Almirante Byrd entró por ellas por una distancia de 6.450 kilómetros durante sus expediciones ártica y antártica de 1947 y 1956. El “Gran Desconocido” al que se refería Byrd era la extensión sin hielo dentro de las concavidades polares, abiertas al interior hueco de la tierra.
Si este concepto es acertado, como trataremos de probar, los Polos Norte y Sur no existen, ya que estarían ubicados en el aire, en el centro de las aberturas polares, y no en la superficie terrestre. Esta visión se presentó por primera vez en un libro llamado Phantom ofthe Potes(Fantasma de los Polos), de William Reed, publicado en 1906, poco tiempo después de que el Almirante Peary afirmó descubrir el Polo Norte y luego lo negó.
En 1920, se publicó otro libro, escrito por Marshall Gardner, llamado A Journey to the Earth’s Interior or Have the Poles Really Been Discovered? (Un viaje al interior de la Tierra o ¿los polos de veras fueron descubiertos?), que reclamaba la autoría de la misma teoría.
Resulta curioso que Gardner no tuviera conocimiento alguno del libro de Reed y llegara a sus conclusiones en forma independiente. Ambos decían que la Tierra es hueca, con aberturas en los polos y que, en su interior, vive una vasta población de millones de habitantes, que conforman una civilización avanzada. Es probable que este sea el “Gran Desconocido” al que hacía referencia Byrd.
Una vez más, aclararé que Byrd no pudo tener en mente ninguna parte de la superficie conocida de la tierra cuando dijo estas palabras, sino que habló de una área de tierra desconocida, libre de hielo y nieve, con vegetación, bosques y vida animal, que no existe en ningún lado en la superficie terrestre, sino dentro de la depresión polar, y que recibe el calor del interior hueco, donde hay temperaturas más altas que en la superficie con la que está comunicada. Sólo en base a este concepto, entenderemos los comentarios de Byrd.
En enero de 1956, el Almirante dirigió otra expedición al Antártico, donde penetró 3.700 kilómetros más allá del Polo Sur. El anuncio por radio de ese momento (13 de enero de 1956) fue: “El 13 de enero, miembros de la expedición de los Estados Unidos penetraron en una extensión de 3.700 kilómetros más allá del Polo. El aviador era el Contralmirante George Dufek de la Unidad Aeronaval de los Estados Unidos.”
La palabra “más allá” es muy significativa y resultará incomprensible para aquellos que creen en la antigua concepción de que la tierra es sólida. Para ellos, significaría la región del otro lado del continente antártico y el océano que queda más allá, no un “vasto territorio nuevo” —que no está en ningún mapa— ni sería “la más importante expedición de la historia del mundo”. La geografía de la Antártida es bastante conocida, y el Almirante Byrd no agregó nada significativo al conocimiento sobre este continente.
Si este fuera el caso, ¿por qué hizo comentarios tan descabellados y faltos de pruebas, en especial si tomamos en cuenta su posición como contralmirante de la Armada de los Estados Unidos y su reputación de gran explorador? Este enigma se resuelve cuando comprendemos la nueva teoría de la Tierra Hueca, que es la única manera de encontrar sentido en las palabras del Almirante Byrd y no considerarlo un visionario que vio espejismos en las regiones polares o los imaginó.
Después de volver de la expedición antártica el 13 de marzo de 1956, Byrd comentó: “La presente expedición ha abierto una vasta tierra nueva”. La palabra “tierra” es significativa. No se pudo referir a alguna parte del continente antártico, ya que ninguna consiste en “tierra”, sino hielo. Además, la geografía es conocida, y Byrd no hizo ningún aporte, como otros exploradores que dejaron sus nombres como recuerdos en la geografía de esta región.
Si Byrd hubiera descubierto una vasta área nueva en la Antártida, la habría reclamado para el gobierno de los Estados Unidos, y la región llevaría su nombre, como lo habría llevado el territorio que habría cubierto con el vuelo de 2.740 kilómetros entre el Polo y Siberia, si éste hubiera estado en la superficie terrestre.
Sin embargo, no se acredita tal logro al gran explorador y su nombre no quedó en la geografía ártica o antártica como podría presumirse de sus palabras sobre el descubrimiento de una vasta nueva tierra. Si su expedición antártica hubiera abierto una nueva e inmensa región en este continente congelado, no sería apropiado emplear la palabra “tierra”, que significa una región sin hielo similar a la que Byrd sobrevoló por 2.740 kilómetros más allá del Polo Norte, provista de vegetación, bosques y vida animal. Por lo tanto, podemos deducir que su expedición de 1956 de más de 3.700 kilómetros más allá del Polo Sur fue en territorio sin hielo, no registrado en ningún mapa, y tampoco sobre alguna parte del continente antártico.
El año siguiente, en 1957, antes de su muerte, Byrd llamó a esta tierra más allá del Polo Sur (no “hielo” del otro lado): “aquel continente encantado en el cielo, la tierra del misterio permanente”. No pudo decir esto al referirse a la parte congelada del continente antártico que está del otro lado del Polo Sur. Las palabras “misterio permanente” debieron referirse a otra cosa: al territorio más cálido, que no aparece en el mapa y está dentro del interior de la Abertura del Polo Sur, que conduce al interior hueco de la tierra.
La expresión «aquel encantado continente en el cielo” se refiere a un área de tierra, no de hielo, reflejada en el cielo que actúa como espejo, un fenómeno extraño observado por muchos exploradores polares. Ellos hablan de “la isla en el cielo” o el “cielo de agua”, ya sea que se refleje tierra o agua. Si Byrd hubiera visto el reflejo de agua o hielo, no habría empleado la palabra “continente” o “encantado”. La última palabra era porque, de acuerdo a las concepciones geográficas de aceptación general, el continente que Byrd vio reflejado en el cielo —donde glóbulos de agua actúan como un espejo de la superficie subyacente— no podía existir.
Citaremos a Ray Palmer, editor de la revista Flying Saucers (Platillos voladores) y el mayor experto de los Estados Unidos en platillos voladores, que piensa que los descubrimientos del Almirante Byrd en el Ártico y la Antártida ofrecen una explicación acerca del origen de los platillos voladores.
Él cree que no provienen de otros planetas, sino del interior de la tierra, donde existe una civilización mucho más avanzada que la nuestra en aeronáutica, la que utiliza platillos voladores para viajes aéreos, que salen al exterior a través de las aberturas polares. Palmer explica esta opinión de la siguiente manera: “¿Cuánto conocemos la tierra? ¿Hay algún área en ella que se pueda considerar como el posible origen de los platillos voladores? Existen dos. Las dos áreas de principal importancia son la Antártida y el Ártico.
Los dos vuelos del Almirante Byrd por encima de los dos polos prueban que hay algo raro en la forma de la tierra en ambas áreas. Byrd voló al Polo Norte, pero no se detuvo allí para dar la vuelta, sino que siguió 2.740 kilómetros más allá y luego siguió el mismo camino de vuelta a la base ártica (debido a la poca gasolina restante). A medida que hacía progresos más allá del punto del Polo, se veía tierra sin hielos, lagos, montañas cubiertas de árboles e, inclusive, se vio un animal monstruoso, parecido al mamut de la antigüedad, que se movía entre la vegetación.
Los tripulantes del avión informaron todo esto por radio. El avión sobrevoló tierra, montañas, árboles, lagos y ríos por casi la totalidad de los 2.740 kilómetros. ¿Qué era esta tierra desconocida? Byrd, al viajar hacia el norte, penetró en el hueco interior de la tierra a través de la abertura polar. Más tarde, la expedición fue al Polo Sur y, después de pasarlo, siguió 3.700 kilómetros más allá.
Una vez más, penetramos en una tierra desconocida y misteriosa que no aparece en los mapas actuales. Y otra vez no aparecen anuncios después del primero —debido al ocultamiento oficial de esas noticias (autor)— y, más extraño aún, encontramos que millones de personas en el mundo absorben los anuncios y no sienten ninguna curiosidad al respecto.
Por lo tanto, éstos son los hechos: en los dos polos, existen vastas áreas de tierra desconocida, habitables, que deben ser de extensión inmensa y engloban una área mayor que cualquiera conocida en la extensión continental. La tierra misteriosa del Polo Norte que vieron Byrd y su tripulación es por lo menos de 2.740 kilómetros en dirección transversal y no se puede concebir como una mera tira angosta. ¡Es un área tal vez tan grande como todo el territorio de los Estados Unidos! En el caso del Polo Sur, la tierra atravesada más allá del Polo incluye un área tan grande como América del Norte y el continente del Polo Sur en conjunto. Los platillos voladores podrían provenir de estas dos tierras desconocidas, más allá de los polos. En la opinión de los editores de Flying Saucers, nadie puede probar que no existen estas tierras, dados los hechos de las dos expediciones que describimos.”
Si el Contralmirante Byrd afirmó que su expedición al Polo Sur era “la expedición más .importante en la historia del mundo”, y si después de volver, dijo que “la presente expedición ha abierto una nueva y vasta tierra”, resultaría extraño e inexplicable cómo el descubrimiento de un área tan grande como América del Norte, comparable al descubrimiento de América por Colón, no recibió atención y fue olvidado; que desde los más ignorantes hasta los más informados no supieron nada al respecto.
La única respuesta racional a este misterio es que, después del anuncio breve en la prensa de los Estados Unidos, basado en el informe radial de Byrd, el gobierno evitó más publicidad.
Byrd trabajaba para el Gobierno, que tenía razones políticas para no dar a conocer al mundo este nuevo descubrimiento histórico; pues el Almirante había descubierto dos áreas desconocidas de tierra, que medían un total de 6.450 kilómetros de ancho y probablemente era tan grande como América del Norte y del Sur juntas, ya que el avión de Byrd dio la vuelta sin llegar al final del territorio.
Resulta evidente que el gobierno de los Estados Unidos temía que otro gobierno se enterara del descubrimiento y condujera vuelos similares hasta mucho más allá de donde llegó Byrd, y que tal vez reclamara este territorio como propio.
Con respecto a la declaración de Byrd en 1957, poco antes de su muerte, en la que llamó al nuevo territorio “aquel continente encantado en el cielo” y “la tierra del misterio eterno”, Palmer dice lo siguiente: “Si tomamos en cuenta todo esto, ¿resulta sorprendente que todas las naciones del mundo de repente hayan tomado tan intenso interés por la región polar sur —en especial— y la norte, y que hayan enviado tantas exploraciones?” Palmer concluye que esta nueva tierra descubierta por Byrd, que no figura en ningún mapa, existe en el interior —y no en el exterior— de la tierra, ya que la geografía de la parte externa es conocida, mientras que la interna —dentro de las depresiones polares— es “desconocida”. Por esa razón, Byrd la llamó “el Gran Desconocido”.
Después de discutir la importancia de que Byrd usara el término “más allá” del polo, en vez de “cruzando” el Polo al otro lado del Ártico o Antártida, Palmer concluye que Byrd se refería a un área de tierra desconocida, dentro de la concavidad polar y que se continuaba con el interior de la tierra, una zona más cálida donde hay vegetación y vida animal. Es “desconocida” porque no está en la superficie externa y, por lo tanto, no está registrada en ningún mapa.
Palmer escribió:
“En febrero de 1947, el Almirante Richard E. Byrd, el único hombre que trató lo mejor que pudo de hacer que se conociera el área del Polo Norte, comentó lo siguiente: ‘Me gustaría ver la tierra más allá del Polo. Aquella área es el centro del Gran Desconocido’.
Millones de personas leyeron este comentario en los diarios; millones se entusiasmaron con el vuelo del Almirante al Polo, a un punto 2.740 kilómetros más allá; millones escucharon la emisión radial que describía el vuelo, también publicada en los periódicos. ¿Qué tierra era? Revise su mapa; calcule la distancia desde todos los territorios que mencionamos antes: Siberia, Spitzbergen, Alaska, Canadá, Finlandia, Noruega, Groenlandia e Islandia.
Muchos de ellos están dentro de los 2.740 kilómetros de distancia, pero ninguno dentro de los 320 kilómetros del polo. Byrd sobrevoló un territorio desconocido. El mismo lo llamó ‘el gran desconocido’; ¡y de veras es grande! Pues después de 2.740 kilómetros de vuelo, tuvo que regresar porque le faltaba gasolina y ¡aún no había llegado al final! Debió llegar a la ‘civilización’, y no lo hizo; debió ver sólo el océano cubierto de hielo, o algunas porciones de océano descubierto cuando mucho.
Sin embargo, ¡vio montañas cubiertas de bosques! ¡Bosques!¡Increíble! El límite más septentrional de la presencia de vegetación arbórea es el sur de Alaska, Canadá y Siberia. ¡Al norte de esa línea no crece ningún árbol! No hay árboles dentro de un radio de 2.740 kilómetros del polo. ¿Qué conclusión sacamos?
El autenticado vuelo del Almirante Richard E. Byrd a una tierra más allá del Polo que tanto quería ver, porque era el centro del gran desconocido, el centro del misterio. Por lo visto, su deseo se cumplió; sin embargo, en la actualidad, esta tierra misteriosa no se menciona en ninguna parte. ¿Por qué? ¿Aquel vuelo de 1947 fue una ficción? ¿Mintieron todos los periódicos? ¿La radio del avión de Byrd mintió?
No, el Almirante Byrd sí voló más allá del polo. ¿Más allá? ¿Qué quiso decir el Almirante cuando empleó esa palabra? ¿Cómo es posible ir ‘más allá’ del polo? Imaginemos por un momento que algún medio milagroso nos transporta al punto exacto del polo norte magnético. Llegamos en forma inmediata, sin saber en qué dirección vinimos. Sólo sabemos que iremos a Spitzbergen, pero ¿para qué lado queda, qué dirección tomamos? Al sur, por supuesto.
Pero, ¿hacia qué sur? ¡Todas las direcciones son sur desde el Polo Norte! En realidad, este es un problema de navegación simple. Todas las expediciones al polo, por vuelo, por submarino o a pie, enfrentan el mismo problema. Tienen que retroceder por el mismo camino que llegaron o descubrir qué dirección es la correcta para su objetivo. El problema se soluciona con doblar en cualquier dirección y recorrer más o menos 30 kilómetros; luego las personas se detienen, miden las estrellas, las relacionan con la lectura de la brújula —que ya no apunta hacia abajo, sino hacia el Polo Norte Magnético— y trazan el curso en el mapa. En esa instancia, resulta sencillo dirigirse a Spitzbergen si se va hacia el sur.
El Almirante Byrd no siguió este procedimiento tradicional de navegación. Cuando llegó al polo, siguió por 2.740 kilómetros más. Continuó hacía el norte después de cruzar el polo. Aunque resulte curioso, está registrado que lo logró, por que si no, no habría visto ‘la tierra más allá del polo’, que los periódicos, libros, la radio y el conocimiento popular indican que ¡nunca se volvió a visitar! Aquella tierra, según los mapas actuales, no puede existir.
Sin embargo, como sí existe, sólo podemos pensar que esos mapas son incorrectos, incompletos y no representan la realidad del hemisferio norte. Entonces, localizamos una gran masa de tierra en el norte, que no aparece en ningún mapa, y que es el centro del Gran Desconocido. De esto debemos inferir que la extensión de 2.740 kilómetros recorrida por Byrd es sólo una porción del territorio completo.”
Un descubrimiento tan importante, que Bvrd calificó como el más importante de la historia del mundo, debió darse a conocer a todos, si el Gobierno no hubiera retenido toda información al respecto, a punto tal, que casi cayó en el olvido absoluto, hasta que Giannini lo mencionó en su libro Worlds Beyond the Poles (Mundos más allá de los polos), publicado en Nueva York en 1959. Asimismo, el libro, por alguna extraña razón, no fue publicitado por el editor y no fue conocido.
Al final del mismo año 1959, Ray Palmer, editor de la revista Flying Saucers, leyó una copia del libro de Giannini y dio publicidad al descubrimiento del Almirante Byrd. Muy impresionado por el libro, en diciembre de ese año publicó la información en su revista, que se vendía en los kioscos de periódicos en todo el territorio de los Estados Unidos. Luego sucedieron una serie de incidentes extraños, que indicaban que fuerzas secretas intentaban impedir que saliera la información contenida en la edición de diciembre de la revista.
¿Quiénes son estas fuerzas secretas, que tienen una razón especial para ocultar la información sobre el gran descubrimiento del Almirante Byrd? Resulta obvio que son las mismas que impidieron la salida de información después de que Byrd realizó tal descubrimiento —excepto por un breve anuncio radial— y antes de que Giannini publicara la primera información al respecto en 1959, doce años después del descubrimiento.
El anuncio de Palmer sobre los descubrimientos de Byrd en el Ártico y la Antártida fue una época de publicidad en gran escala, desde que se oyó el breve anuncio en el momento del vuelo, y fue mucho más significativa en las citas y los comentarios del libro de Giannini, que no tuvo publicidad adecuada y terminó con escasas ventas. Por esta razón, poco después de que la edición de diciembre de Flying Saucers saliera a los kioscos y estuviera preparada para enviar a los suscriptores desapareció de circulación en forma misteriosa.
Es obvio que fue obra de las mismas fuerzas que impedían la publicación de esta información desde 1947. Cuando el camión llegó para entregar al editor las revistas que venían de imprenta, ¡no había revistas en el camión! El editor (el señor Palmer) llamó por teléfono al impresor y descubrió que no había recibo de que se hubiera hecho un envío. Como había pagado las revistas el editor pidió al impresor nuevas copias, pero las matrices no estaban disponibles y aparecían tan dañadas que no fue posible hacerlo. ¿Dónde estaban las miles de revistas? ¿Por qué no había recibo de envío? Si se hubieran perdido o enviado a una dirección errónea, tendrían que haber aparecido, pero no fue así.
Como resultado, 5000 suscriptores no recibieron la revista. Un distribuidor que recibió 750 copias para vender en su kiosco, desapareció junto con las revistas. Las había recibido con el encargo de devolver las que no se vendieran, pero nunca se recuperaron. Ya que la revista desapareció por completo, se volvió a publicar y se envió a los suscriptores varios meses más tarde.
¿Qué contenía esta revista para que fuerzas secretas e invisibles la censuraran de tal manera? Un informe sobre el vuelo del Almirante Byrd más allá del Polo Norte en 1946, y conocimientos que se habían suprimido, excepto por la mención en el libro de Giannini. Evidentemente, las fuerzas secretas consideraron peligrosa la edición de diciembre de 1959.
Tenían una razón especial para retener la información y mantenerla en secreto. Esta edición de la revista Flying Saucers contenía las siguientes citas del libro de Giannini: “Desde el 12 de diciembre de 1929, las expediciones polares de la Armada de los Estados Unidos han determinado la existencia de una extensión de tierra incalculable más allá de los puntos polares.
“El 13 de enero de 1956, durante la preparación de este libro, una unidad aérea de los Estados Unidos penetró una extensión de 3.700 kilómetros más allá del presunto final de la tierra, el Polo Sur. Tal vuelo se realizó en todo momento, sobre tierra y agua y hielo. Por razones sustanciales, el memorable vuelo recibió una cobertura de prensa negligente.
“Los Estados Unidos y más de treinta naciones más prepararon expediciones polares sin precedentes para el bienio 1957 y 1958, con el fin de penetrar en la extensión que ahora se ha probado, continúa más allá de los puntos polares. Mi revelación original de 1926 a 1928, de la tierra entonces desconocida, fue calificada por la prensa, como ‘más atrevida que cualquier concepción de Julio Verne’.” Luego Giannini citó las siguientes declaraciones del Almirante Byrd, que transcribirnos antes: «Febrero de 1947: ‘Me gustaría ver aquella tierra más allá del polo. Es el centro del Gran Desconocido’. Contralmirante Byrd, Armada de los Estados Unidos, antes de su vuelo de siete horas sobre el territorio más allá del Polo Norte.
“El 13 de enero de 1956: ‘El 13 de enero, miembros de la expedición de los Estados Unidos realizaron un vuelo de 4.350 kilómetros desde la base en McMurdo Sound, que está a 650 kilómetros al oeste del Polo Sur, y penetraron un una extensión de tierra de 3.700 kilómetros más allá del polo’. Anuncio radial confirmado por la prensa el 5 de febrero.
“El 13 de marzo de 1956: ‘La presente expedición ha abierto una vasta tierra nueva’. Almirante Byrd, después de volver de la tierra más allá del Polo Sur.
“1957: ‘Aquel continente encantado en el cielo, tierra del misterio eterno’. Almirante Byrd.”
El mundo científico no prestó atención al libro de Giannini. La extraña y revolucionaria teoría que presentaba fue ignorada, por excéntrica en vez de científica. Sin embargo, las afirmaciones del Almirante Byrd sólo cobran sentido si se acepta la concepción de la existencia de la tierra más allá de los polos, como hizo Giannini. El escribe:
“No hay un final físico de las extremidades norte y sur de la tierra. Esta no se puede circunnavegar en dirección norte o sur en el sentido real de la palabra. Sin embargo, algunos vuelos ‘alrededor del mundo’ han contribuido a esta concepción errónea. Es imposible pasar por sobre el Polo Norte hasta alcanzar las áreas septentrionales de temperatura templada sin dar la vuelta, pues no existe una extremidad norte de la tierra. Lo mismo es válido para el Polo Sur.
La existencia de mundos más allá de los polos ha sido confirmada por exploraciones de la Armada de los Estados Unidos durante los últimos treinta años. La confirmación es sustancial. El explorador más anciano del mundo, Contralmirante Richard Evelyn Byrd, comandó la memorable expedición gubernamental a esa tierra interminable más allá del Polo Sur.
Antes de su partida de San Francisco, hizo un anuncio radial de gran trascendencia: ‘Esta es la expedición más importante en la historia del mundo’. En la expedición del 13 de enero de 1956, que penetró en la tierra más allá del polo por una extensión de 3.700 kilómetros, probó que no exageraba.”
Palmer escribe los siguientes comentarios en su revista sobre las afirmaciones de Giannini con respecto a seguir de largo del Polo Norte y llegar al otro lado del mundo, que sería el caso si la Tierra fuera convexa, en vez de cóncava, en los polos:
“Muchos de los lectores dijeron que los vuelos comerciales cruzan el polo y vuelan al lado opuesto de la Tierra. Esto no es cierto. Aunque los oficiales de las líneas aéreas digan que sí, no es verdad. Realizan maniobras de navegación que eliminan en forma automática todo vuelo en línea recta más allá del polo. Pregunte a los pilotos sobre estos vuelos polares; o trate de nombrar un vuelo para el cual usted pueda comparar así que cruza el Polo Norte.
Si examinamos la ruta de los vuelos que cruzan el área polar norte, encontraremos que todos van alrededor o a un costado, pero nunca lo cruzan en forma directa. Esto resulta extraño. Podemos estar seguros de que un vuelo que cruce el Polo Norte atraería muchos pasajeros que quisieran tener la experiencia. Sin embargo, ninguna línea aérea lo ofrece, siempre pasan a un costado del polo. ¿Por qué? ¿No es posible que si lo cruzaran en forma directa, en vez de aterrizar en el lado opuesto de la tierra, el avión entraría en la tierra más allá del polo, ‘el centro del Gran Desconocido’, como lo llamó el almirante Byrd?”.
Palmer sugiere que se organice una expedición que viaje en línea recta al norte y continúe en esa dirección después de llegar al Polo Norte, que él cree es el centro de la concavidad polar y no una tierra sólida. Se debe seguir la misma ruta que el Almirante Byrd y continuar en esa dirección hasta llegar al interior hueco de la tierra.
Esto nunca se hizo a pesar de que la armada de los Estados Unidos tiene en sus archivos el registro de los vuelos y descubrimientos de Byrd. Tal vez la razón sea que los jefes de la Armada no compartían la nueva concepción geográfica de la formación de la tierra en las regiones polares, que hay que aceptar para apreciar la significación de la evidencia de Byrd, y la dejaron a un lado hasta olvidarla.
El comentario de más arriba, de Palmer, que sostiene que las líneas aéreas no sobrevuelan el Polo Norte, parece razonable al tener en cuenta nuevos descubrimientos soviéticos sobre el Polo Norte Magnético. Encontraron que no era un punto, sino una línea larga, se cree que una línea circular, que constituye el borde de la concavidad polar. Es decir, que se le puede decir Polo Norte Magnético a cualquier punto en este círculo porque, en ese lugar, la aguja de la brújula apunta hacia abajo.
Si fuera así, resultaría imposible que los aviones cruzaran el Polo Norte —el centro de la depresión polar, no la superficie de la tierra— como indica la teoría de la tierra sólida y la formación convexa del polo. Cuando los pilotos creen llegar al Polo Norte por la lectura de la brújula, en realidad, están en el borde de la concavidad polar, donde está el verdadero Polo Norte Magnético.
En otra referencia al libro de Giannini, Palmer comenta: “El extraño libro escrito por Giannini ofrece la posibilidad de probar en forma definitiva que la tierra tiene una forma extraña en el Polo Norte, del mismo modo que creemos ocurre con el Polo Sur: no necesariamente con un agujero que llega de lado a lado, sino como una rosca que se hinchó tanto durante la cocción que el agujero se transformó en sólo una profunda depresión a cada lado, o como un neumático gigante montada en un cubo sólido con tapacubos ahuecados. Ningún ser humano ha podido volar directamente sobre el Polo Norte y seguir en línea recta. El editor cree que se debe hacer de inmediato. Tenemos los aviones para llevarlo a cabo.
El editor quiere saber con seguridad si un vuelo semejante terminaría en uno de los países que rodean el Polo Norte, en el lugar opuesto al punto de salida. La navegación no se haría de acuerdo a una brújula o con triangulación en mapas existentes, sino solamente con brújula giroscópica en un curso recto sin desviaciones desde el momento del despegue hasta el de aterrizaje. No sólo habría una brújula giroscópica en un plano horizontal, sino en uno vertical también después de entrar en la abertura polar. Debe haber un movimiento positivo hacia adelante que no se puede discutir.
Todos saben que una brújula giroscópica horizontal, como las que se utilizan en la actualidad, hace que un avión aumente la elevación en forma constante a medida que avanza, y se aleja —en forma de curva— de la tierra debajo de él.
De acuerdo a nuestra teoría de la depresión polar, cuando el avión entra en la depresión, la brújula debería mostrar un mayor aumento de elevación que en otro caso, debido a que la tierra se aleja en forma de curva en el Polo Norte. Si el avión continúa en dirección norte, este aumento en altitud seguirá cuanto más se aleje; y si el avión trata de mantener la misma altitud, doblará hacia el interior hueco de la tierra.”
Los siguientes comentarios de Giannini, escritos en una carta a un lector que se interesó en él a través de la revista de Palmer, son de gran interés: “El autor recibió el permiso de la oficina de Investigación naval de Nueva York, de transmitir un mensaje de buen viaje por radio al Contralmirante Richard Evelyn Byrd, de la Armada de los Estados Unidos, en su base ártica en febrero de 1947.
En ese momento, el Almirante anunció por la prensa: ‘Me gustaría ver la tierra más allá del polo. Es el centro del Gran Desconocido’. Luego, él y un equipo naval realizaron un vuelo de 2.740 kilómetros sobre la tierra que se extendía más allá del supuesto Polo Norte ‘final’ de la tierra.
En enero de 1947, antes del vuelo, este autor pudo vender una serie de artículos periodísticos a un sindicato internacional de medios, porque este autor aseguró al director de dicho sindicato que Byrd de veras iría más allá del imaginario extremo del Polo Norte.
Como resultado del conocimiento previo que el autor tenía de la tierra, hasta ese momento desconocida, que se extendía más allá de los puntos del polo, y luego de que los medios sindicados publicaron la noticia, la oficina de inteligencia naval de los Estados Unidos investigó a este autor. Esta investigación se debió a la confirmación definitiva de las teorías del autor por parte de Byrd.
Más tarde, en marzo de 1958, en Missouri, este autor se dirigió a la audiencia radial, comentando la importancia del descubrimiento de la tierra más allá de los puntos imaginarios del Polo Norte de acuerdo a la historia arcaica.”
Los siguientes son comentarios de Giannini, que aparecían en los periódicos de Nueva York, con respecto a los informes del vuelo del Almirante Byrd en febrero de 1947: “Estas declaraciones describieron el vuelo de 2.740 kilómetros de Byrd, que duró siete horas, sobre tierra y lagos de agua dulce MAS ALLÁ del presunto ‘final’ de la tierra, el Polo Norte. Los mensajes se intensificaron hasta que una censura estricta se impuso desde Washington.”
Otro escritor estadounidense especializado en temas de platillos voladores, Michael X, se sintió conmovido por los descubrimientos de Byrd y llegó a la conclusión de que los platillos voladores deben provenir de una civilización avanzada del interior de la tierra, cuya periferia visitó Byrd. El describe el viaje de Byrd de la siguiente manera: “Había un valle extraño debajo de ellos. Por alguna extraña razón, el valle que Byrd vio no estaba cubierto de hielo como era de esperar. Era verde y frondoso; tenía montañas con bosques llenos de árboles y hierba y maleza.
Esto era un misterio en una tierra de hielo y nieve, casi siempre congelada. Cuando el Almirante Byrd entró en este país desconocido, ‘el centro del gran desconocido’, ¿dónde se encontraba? De acuerdo a la teoría de Marshall Gardner, estaba en la entrada que lleva al interior de la tierra, más allá del Polo. Tanto Alaska como Canadá han tenido muchísimas visiones de platillos voladores en los últimos meses. ¿A qué se deben?
¿Existe alguna conexión con la tierra ‘más allá del polo’, ese territorio desconocido dentro de la tierra? Tiene que existir una conexión. Si los platillos voladores entran y salen del interior de la tierra a través de las aberturas polares, es natural que los habitantes de Alaska y Canadá los vean con más frecuencia que personas de otras partes del mundo. Ambos países quedan cerca del Polo Norte.”
Las observaciones anteriores sobre una concentración de platillos voladores en la región ártica concuerda con observaciones similares de Jarrold y Bender sobre una concentración en el Antártico, donde expertos en el tema creen que existe una base de aterrizaje, de donde son vistos al ascender y al regresar. Sin embargo, de acuerdo a la teoría de este libro, lo que de veras ocurre tanto en el Ártico como en el Antártico es que los platillos voladores emergen de y reingresan al interior hueco de la tierra, su verdadero lugar de origen. Aime Michel, en su teoría de “línea recta”, probó que la mayoría de los patrones de vuelo de los platillos voladores son en dirección norte-sur, que sería el caso si su origen fuera polar. Vendrían de la abertura polar norte o sur.
En febrero de 1947, alrededor de la época en que el Almirante Byrd hizo su gran descubrimiento de la tierra más allá del Polo Norte, se realizó otro gran descubrimiento en el continente antártico: el “Oasis de Bunger”. El descubrimiento fue del Teniente Comandante David Bunger, que estaba en los controles de los seis grandes aviones de transporte utilizados por el almirante Byrd para la “Operación salto alto” de la Armada de los Estados Unidos entre 1946 y 1947.
Bunger volaba hacia el interior desde Shack-leton Ice Shelf cerca de la Costa Queen Mary de Wükes Land. El y su equipo estaban a seis kilómetros de la costa donde empieza el mar abierto. La tierra descubierta por Bunger no tenía hielo. Los lagos eran de muchos colores diferentes, por ejemplo el color del óxido, verde y azul profundo. Cada uno tenía más de cinco kilómetros de largo. Bunger “acuatizó” en uno de ellos y comprobó que el agua era más cálida que la del océano. Cada lago tenía una playa con una leve inclinación.
Alrededor de los cuatro límites del oasis, de forma aproximadamente cuadrada, vio nieve y hielo que seguían hasta el horizonte. Dos de los lados del oasis se elevaban casi 30 metros y consistían en grandes paredes de hielo. Los otros dos lados tenían una inclinación más gradual y suave.
La existencia de un oasis semejante en la Antártida lejana, una tierra de hielo perpetuo, indica condiciones más cálidas, que se darían si el oasis estuviera en la abertura del Polo Sur, que da al territorio interno, de condiciones más cálidas. Este era el caso del territorio cálido, de tierra y lagos, que descubrió Byrd más allá del Polo Norte. (Es probable que estuviera dentro de la abertura.)
De otro modo, no se explicaría la existencia de un oasis de tierras no congeladas en el medio del continente de la Antártida, donde hay hielo con kilómetros de grosor. El oasis no puede resultar de la actividad volcánica debajo de la superficie terrestre porque el área de tierra que cubría el oasis era de 500 kilómetros cuadrados, demasiado grande para obtener su provisión de calor de un volcán. Las corrientes de vientos cálidos del interior de la tierra son una mejor explicación.
Por lo tanto, Byrd en el Ártico y Bunger en la Antártida hicieron descubrimientos similares de áreas de tierra más allá de los polos más o menos en el mismo momento, en la primera mitad de 1947. Pero no fueron los únicos que realizaron descubrimientos semejantes. Hace algún tiempo, un periódico de Toronto, Canadá, The Globe and Maü, publicó una fotografía de un valle verde. La foto fue tomada por un aviador en la región ártica, desde el aire y sin intentar aterrizar. Era un valle hermoso con colinas verdes. El aviador debió seguir más allá del Polo Norte hasta el mismo territorio cálido que visitó el Almirante Byrd, dentro de la abertura polar. La foto se publicó en 1960.
Encontramos más confirmación del descubrimiento de Byrd en los informes de los individuos que afirmaban haber entrado en la abertura del Polo Norte, pues muchos exploradores del Ártico, sin darse cuenta, penetraron en el mundo subterráneo en el interior hueco de la tierra. El doctor Nephi Cottom de Los Angeles dijo que uno de sus pacientes, un hombre de ascendencia nórdica, le contó la siguiente historia:
“Yo vivía cerca del Círculo Ártico en Noruega. Un verano, un amigo y yo nos decidimos a ir lo más lejos posible al territorio del norte. Colocamos provisiones para un mes en un pequeño bote de pesca y, con una vela y un buen motor, salimos al mar. Al final de un mes, habíamos penetrado bastante en el norte, más allá del polo, en una extraña y nueva región. Nos sorprendimos mucho porque el clima era cálido, a veces, demasiado para dormir. (Exploradores del Ártico que llegan muy al norte hacen comentarios similares del clima, a veces tan cálido como para quitarse los abrigos. El autor.) Luego vimos algo tan extraño que quedamos anonadados. Más allá de un mar calido abierto veíamos que estábamos en una gran montaña.
El océano parecía vaciarse en la montaña en un punto determinado. Sin poder creerlo, seguimos en la misma dirección y navegamos hasta entrar en un vasto cañón, que llevaba al interior de la Tierra. Continuamos y tuvimos una increíble visión: ¡un sol brillaba dentro de la Tierra! El océano que nos había llevado hasta el interior hueco de la Tierra se convirtió en un río.
Este río recorría, como nos dimos cuenta después, todo el interior hueco de la tierra, de una punta a la otra, por la superficie interna. Si uno lo sigue, va desde el Polo Norte hasta el Sur. Vimos que la superficie interna de la tierra estaba dividida, así como la otra, en tierra y agua. Hay mucho sol y abunda tanto la vida animal como vegetal.
Navegamos más y más dentro de esta tierra fantástica, la llamo así porque todo era de un tamaño inmenso en comparación con el exterior. Las plantas son grandes, los árboles gigantes, y, por último, llegamos a los gigantes. Vivían en casas y pueblos, así como lo hacemos en la superficie de la Tierra. Utilizaban una forma de vehículo eléctrico, como una carreta monorriel, para transportar a las personas. Corría por el borde del río, de un pueblo a otro. Algunos de estos habitantes detectaron nuestro bote y se sorprendieron. Eran muy amistosos; nos invitaron a comer con ellos en sus casas. Así, mi compañero y yo nos separamos: él se fue con un gigante a su casa y yo con otro.
Mi amigo gigante me llevó a su casa a conocer a su familia. Yo estaba asombrado por el tamaño inmenso de los objetos en su casa. La mesa para comer era colosal. En mi plato, colocaron una cantidad tan abundante de comida, que me hubiera alimentado una semana. El gigante me ofreció un racimo de uvas, cada una era el tamaño de un durazno. Probé una y la hallé mucho más dulce que cualquiera que pudiera saborear en el ‘exterior’. En el interior de la tierra todas las frutas y verduras saben mucho mejor que las que tenemos en la superficie.
Nos quedamos con ellos por un año. Disfrutamos tanto de su compañía, como ellos de conocernos a nosotros. Observamos muchos fenómenos extraños e inusuales durante nuestra visita a estas personas increíbles. Sus avances científicos e inventos no dejaban de asombrarnos. En todo ese tiempo, jamás fueron antipáticos con nosotros, y nos permitieron retornar a nuestro hogar de la misma manera que llegamos. Es más, nos ofrecieron protección si la hubiéramos necesitado para el viaje.”
Otro noruego, llamado Olaf Jansen, registró una experiencia similar de una visita al interior de la tierra a través de las aberturas polares, pero totalmente independiente de la anterior, en un libro de un escritor americano, Willis George Emerson, The Smoky God. El libro se basa en un informe que Jansen le hizo al señor Emerson antes de morir, donde describe una experiencia verdadera de visitar el interior de la tierra y a sus habitantes.
El título The Smoky God (El dios que fuma) se refiere al sol central en el interior de la Tierra, que, al ser más pequeño y menos brillante que el nuestro, parece “ahumado”. El libro cuenta la experiencia verdadera de un padre e hijo escandinavos que, en su pequeño bote de pesca e inmenso coraje, intentaron encontrar “la tierra más allá del viento del norte”, ya que habían oído de su calidez y belleza. Una increíble tormenta de viento los llevó la mayor parte del camino a través de la abertura polar hasta el interior hueco de la tierra. Pasaron dos años allí y volvieron por la abertura polar sur. El padre perdió la vida cuando un iceberg se partió en dos y destruyó el bote.
El hijo fue rescatado. Pasó 24 años recluido por demencia, como resultado de contar la historia de su experiencia a gente incrédula. Cuando por fin le permitieron salir no volvió a contar la historia a nadie. Después de 26 años como pescador ahorró suficiente dinero para viajar a los Estados Unidos y establecerse en Illinois y, luego, en California.
Cuando tenía más de noventa años, por coincidencia, Willis George Emerson se convirtió en su amigo y conoció la historia. Al morir, le cedió los mapas que había hecho del interior de la tierra, y el manuscrito que describía la experiencia. Se negó a mostrárselos a nadie mientras vivía, debido a que, en el pasado, nadie le había creído y lo habían considerado demente.
El libro, The Smoky God, que describe el extraordinario viaje de Olaf Jansen al interior de la Tierra, se publicó en 1908. Cuenta sobre las personas que viven dentro de la Tierra, que él y su padre conocieron durante su visita, y cuyo lenguaje aprendió. El contó que vivían entre 400 y 800 años y que estaban muy adelantados en ciencia. Pueden transmitir los pensamientos de una persona a otra por medio de formas de radiación y tienen fuentes de mayor poder que la electricidad. Son creadores de los platillos voladores, que están operados por ese extraordinario poder, extraído del electromagnetismo de la atmósfera. Tienen una estatura de cuatro metros o más.
Es increíble la semejanza entre los relatos de esta visita y la otra, sin embargo las dos son independientes. Además, el tamaño gigante de los seres humanos que habitan en el interior de la Tierra concuerda con el de los animales que observó el Almirante Byrd (vio un animal semejante al antiguo mamut durante su viaje de 2.740 kilómetros más allá del Polo Norte). Más adelante en el libro, presentaremos la teoría de Marshall Gardner, de que los mamuts hallados en el hielo, en realidad no son prehistóricos, sino animales inmensos del interior de la tierra que fueron llevados a la superficie por los ríos y luego congelados en el hielo formado por el agua que los transporto.